Fotografías de Ángel Cobos, Pirámides de Guiza y libro de los muertos
1 – Introducción
2 – Mitología egipcia
3 – Vida y muerte en el antiguo Egipto
4 – Cambio de paradigma y conclusiones
Egipto se ha situado, a comienzos del 2011, en el lugar de la historia que le corresponde. Establecidas la esfinge y pirámide de Keops, exponentes máximos de la cultura egipcia, cerca del paralelo 30, geográficamente el centro neurálgico de la Tierra, es en Egipto justamente donde se dilucida de nuevo el rumbo de una humanidad que aspira al paradigma cristalino de libertad, transparencia y equidad, alejado del machacante modelo auspiciado por el establecido por los dioses desde los inicios de la civilización humana.
Fijadas por dichos dioses las bases de la dualidad en el mundo antiguo, Sumeria y Egipto fundamentalmente, los seres humanos nos hemos visto confrontados desde entonces y sin remedio a la bipolaridad.
Egipto es representativo y ejemplo como ningún otro lugar de todo esto. Fue también el lugar desde donde se promulgaron las tablas de la ley. Moisés en el Sinaí dio a conocer a los hombres los preceptos establecidos por Yahvé, que serían de obligado cumplimiento, so pena del más horrible de los sufrimientos.
Al bajar de la montaña Moisés contempló enfurecido al pueblo judío adorando al becerro de oro. Arrojó las tablas contra el suelo. No era al becerro de oro, sino a la piedra a quien había que rendir culto. Nos confundimos y asustamos. El brillo alejaba a los judíos de la angustia de la cuarentena, pues cuarenta fueron los años en que vagaron errantes, sin dar con la salida. En esas persistimos. De un lado el miedo a la ley dictada por un dios enojado y de pasiones aún más fieras que las del común de los mortales; de otro la adoración a la materia, simbolizada por el oro, como vínculo de supervivencia humana, paradójica consecuencia del propio miedo a perder la vida, limitada de raíz por el dios del que probablemente no entendimos el mensaje.
¿Qué otro lugar habría podido elegir Yahvé para imponer sus leyes? Egipto se halla en uno de los emplazamientos más singulares de la Tierra. El Nilo es el único de los grandes ríos que fluyen de sur a norte. Fértiles orillas quiebran la sequedad de un desierto apenas salpicado de algún que otro oasis. Vida y muerte simbolizados incluso por los dos hemisferios cerebrales del cerebro humano, derecho razón, izquierda intuición, como modelo fractal materia espíritu.
El faraón, hijo de Horus, se yergue en depositario de los dioses, cuando no en el propio dios. Decide sobre la vida y la muerte para sin embargo pasar toda la vida preparándose en llegar con bien a la otra orilla.
Cabe preguntarse ¿porqué han perdurado tales miedos miles de años después? ¿Qué impide romper el blindaje de tanto hartazgo? Probablemente la incertidumbre de si los dioses realmente sean tales o en realidad sean usurpadores del albedrío humano que vienen cercenando desde milenios las aspiraciones de conciencia y libertad que pugnan por florecer en cada primavera. ¿Es la conciencia o es la razón? ¿Materia o espíritu?
Las pirámides reflejan la estructura pétrea de un poder. Conforman el esquema por el que la humanidad dona su libertad a la voluntad de una cúspide que se arroga en el derecho de decidir todo, incluido el más ínfimo de nuestros pensamientos que aspire a manifestarse en espontaneidad.
La geometría de Egipto, sus pirámides, estructura de gobierno, no son casuales, son consecuencia de una forma de contemplar la vida. La vida impuesta por los dioses.
Vida impuesta que se contradice frente a la muerte decidida. Es voluntad de los dioses que imponen a su antojo quien vive y quien muere, y cuando.
2 –Mitología egipcia
El origen del mito está vinculado al del propio ser humano y es consustancial al desarrollo de las primeras sociedades surgidas del neolítico. Los primeros dioses probablemente surgen en Sumeria del gran dios Ann, padre de Ea o Enki, creador y protector de los hombres, y de Enlil, señor de los cielos. Uno es dios que crea y otro quien pretende destruirnos, juego de la dualidad conceptual grabado a fuego en nuestro ADN.
Prosiguen manifestándose a través de la mitología mesopotámica, en este caso bajo la denominación de Anu, dios del cielo más elevado; Ea, dios de la sabiduría, y Enlil, dios del cielo y las tormentas, acompañados en cohorte por al menos otra cuarentena de dioses subordinados.
Egipto bebe prácticamente a la par, apenas setenta años después, si es correcto el análisis de algunos historiadores, de la mitología sumeria y posiblemente también adopta algún ramalazo de la babilónica. Tiene a RA (ATON), el sol, como dios creador, y a otros dioses como subsidiarios. A Ra se le representa con el disco solar sobre o tras la cabeza de esos otros dioses.
De Egipto beben a su vez la mayor parte de las mitologías conocidas del mundo antiguo: griega, romana, católica, hasta nuestros días.
Ra es padre de tres hijos, Set, Osiris e Isis. Triada que se repetirá en otras mitologías y creencias.
Isis es diosa de la magia y esposa de Osiris. Set, simboliza la noche y lo oscuro, es dios del mal. Set asesina y despedaza a su hermano Osiris, dios del bien que simboliza el día. Isis no obstante recupera el cuerpo desmembrado y consigue ser fecundada y engendrar a Horus, dios del que posteriormente recibirá el poder y serán envestidos los faraones.
http://www.unmuseum.org/mcase.htm, Dioses egipcios
Osiris una vez ha engendrado Horus queda en la ultratumba, de la que permanecerá como guardián hasta la resurrección de los muertos.
Hay al menos otras sesenta mitologías en la historia de la humanidad. Prácticamente todas tienen similitudes y nos hablan de que los dioses estuvieron y probablemente aún permanecen entre nosotros. De no ser así ¡qué estúpidos¡
Los nombres cambian, pero permanecen en lo relevante. La mitología griega designa por ejemplo a Osiris como Hades. El rey del panteón griego tiene a Zeus o Ra como gobernante del Monte Olimpo. Horus es Apolo o el dios del cielo.
En la mitología vasca, más cercana, dado que de la íbera no parecen haber quedado demasiados registros, Erio es el nombre que adopta el dios de la muerte y Ekhi el de la diosa sol.
En la mitología shinto el nombre del dios solar es Hiruko y Amatsu Mikaboshia el de la diosa del mal.
La mitología maya designa a Kìnich Ahaw como al dios del sol y a Hunah Kùh como al dios creador.
3 – Vida y muerte en el antiguo Egipto
La civilización egipcia se mantuvo durante al menos tres milenios como la dominante en la Tierra. Del 3100 AC al 31 AC, de acuerdo con los libros de historia: Narmer fue el primer faraón y Cleopatra VII la última faraona, aunque ya de origen heleno. Esto significa sencillamente que durante algo más de la mitad de los años en que ha tenido lugar el desarrollo civilizador del ser humano, lo establecido en Egipto ha sido la referencia que ha guiado nuestras vidas.
Lo singular y básico de la civilización egipcia es lo manifiesto de su dualidad, expresada en términos de vida y muerte; paraíso, desierto; dioses, hombres; cielo, inframundo.
Los faraones, altos dignatarios, guerreros, sacerdotes, escribas e incluso el pueblo llano vivían toda la vida preparándose para la muerte. El libro de los muertos y no el libro de los vivos, se convierte desde el primer instante en el manual de instrucciones que sigue el hombre.
Peri Em Herh, libro para salir al día o libro de los muertos, contiene la fórmula mágica que ayuda al difunto en su estancia en la Duat (inframundo) y ayuda superar el juicio del propio Osiris para viajar al Aaru (Paraíso)
Esencialmente el libro se divide en cinco partes:
- Oración, himnos al sol y a Osiris
- Regeneración, triunfo y alegría, poder sobre los elementos
- Transfiguración, como hacer uso de la barca solar y juicio ante el tribunal presidido por Osiris
- Glorificación
- Alabanza a Osiris
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/d7/BD_Hunefer.jpg, Fragmento del Libro de los Muertos, de Hunefer
Los actos pasados terrenales del hombre (conciencia y moralidad, representados por el corazón) pesan igual que la Maat (armonía cósmica): el peso de una pluma.
Los egipcios pasaron milenios defendiéndose de los invasores que remontaban el Nilo, aunque también emprendieron algunas campañas de expansión militar que les permitió ampliar sus territorios hasta el Éufrates.
Empero todo la hacían para la mayor gloria de los dioses.
4 – Cambio de paradigma y conclusiones
El cambio de paradigma, como forma de entendernos los seres humanos en lo interno y los unos a los otros, probablemente haya cerrado ciclo y comience el ascenso en espiral a una realidad conceptual distinta a partir de los recientes sucesos de Egipto (25 de enero de 2011).
Sin embargo, de igual modo que no corresponde a Egipto sino a Sumeria ser origen del paradigma vigente, es a Túnez y no a Egipto a quien corresponde el ser detonante de las revueltas que ya se extienden por todo el mundo árabe y pronto alcanzarán sin duda hasta el último rincón de la Tierra. La inmolación de un joven tunecino, desesperado por la flagrante injusticia del nepotismo, ha prendido la mecha de un cambio que marcará un antes y un después en la evolución de la conciencia humana.
En Egipto y en su famosa plaza de Tahrir del Cairo ha balanceado la fuerza descomunal que genera la energía conjunta de paz que propugnan los hombres. Tantos años sojuzgándose unos a otros, imposición de quienes realmente han resultado ser el sostén hereditario de los antiguos dioses, ha acabado por hacer estallar el cambio en las manos a quienes juegan desde el inicio con la voluntad humana.
Vicente Ferrer, ex jesuita, comentaba en una ocasión que en la humanidad había como dos bandos que jugaban al futbol. El equipo A, conformado por unas centenas de seres, que son quienes realmente mandan en la Tierra, y el equipo B, todos los demás, incluidos banqueros, políticos y gente incluso malita. El día en el que el equipo B se une y tome consciencia de su poder, se habrá acabado el equipo A, nos dijo en una ocasión.
Ni el temor a perder la vida, ni el frío o el hambre ha arredrado a los pacíficos del equipo B que ya han comenzado a heredar la tierra.
Mujeres y hombres en estrecha cooperación, árabes y cristianos; radicales y moderados. La dualidad una vez más manifestada a las orillas del Nilo en aspiración a la que tiende la conciencia. El peso de la pluma venciendo la balanza de Osiris.
La historia no se repite, aunque se asemeja; pero bien es cierto que el comportamiento dual si resulta una constante en la programación. ¿De qué manera cambiar algo tan arraigado en lo profundo de cada cual o cambiar conceptos que han llevado a la humanidad, sin solución de retorno, a una encrucijada acelerada de colapsos?
¿Qué sentido tiene la supervivencia sin experimentar la conciencia? Dos preguntas tiene en sí el ser humano desde que nace. Quien es y qué ha venido a hacer aquí. Es un ser de la luz primigenia que ha venido a experimentar la materia. Sabido ya esto sólo nos resta vivir la conciencia espiritualizando la materia. En esas estamos.
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